martes, julio 28, 2009

Homínidos, semáforos y la ansiedad de magia.

Ayer, como todos los días al volver del trabajo, bajé del tren, el Sol en lo alto del cielo golpeaba con toda su fuerza, recordándome que estamos en verano, y que no es buena idea andar a esas horas por la calle. Puse rumbo a casa, que el hambre aprieta. Pero para llegar primero tenía que cruzar la calle, y allí estaba el semáforo, como un guardia perenne dirigiendo el tráfico. Para poder cruzar la calle hay que pulsar un botón en el semáforo qué hace que pasado un tiempo, dicho semáforo cambie al color rojo indicando a los conductores que deben detenerse para dejar pasar a los peatones. Seguro que allí donde vivan han visto semáforos de este tipo. Según me encamine hacia el semáforo para pulsar el botón un persona se me adelanto, dicha persona pulso insistentemente el botón, una, dos, tres, cuatro... perdí la cuenta de las veces que dicha persona había pulsado el botón. ¿Por qué tanta insistencia cuando sabemos de sobra que el cambio en el semáforo lleva un tiempo? Tal vez tenía mucha prisa, pero por sus ademanes y gestos no lo parecía, de hecho cuando el semáforo cambio de color cruzo tranquilamente la calle sin prisa ninguna.

Este sencillo hecho me dejo pensando hasta que llegue a casa, ¿qué significaba lo que acaba de ver? Irremediablemente me acorde del artículo de Umberto Eco El Mago y el científico. Nuestra sociedad está llena de tecnología la cual se basa en el conocimiento científico que tenemos del mundo, pero la gente no lo entendemos así, en nuestro comportamiento diario, no usamos la tecnología como un producto del saber científico, es decir, conociendo las limitaciones de dicha tecnología, entendiendo aunque sea de forma aproximadamente su funcionamiento. No, usamos la tecnología como si de magia se tratara, no queremos saber como está hecho, ni como funciona, ni si quiera de forma aproximada, lo que queremos es que funcione y que funciona ¡ya! Queremos que sea instantáneo. Queremos que la web que hemos puesto en nuestro navegador se cargue instantáneamente, si el ordenador falla nos ponemos de los nervios ¡la magia no puede fallar! Pero no es magia, es tecnología, y a veces la tecnología falla.

Nos estamos empezando a caracterizar por quererlo todo y rápido, esto nos está llevando a una zona peligrosa, queremos ahorrarnos los pasos intermedios, como en la concepción mágica del mundo en el que todo parece estar interconectado, donde el mero hecho de decir algo como “lo mismo me muero mañana” pudiera hacer que mañana murieras, sin ningún mecanismo que uniera ambos hechos, el decirlo y el morirse. El querer el resultado y no querer conocer los pasos intermedios nos lleva a tener ideas sin tener razonamientos. Ansiosos de los resultados, asimilamos lo primero que nos dicen, o lo primero que leemos, o que vemos en Internet, asumimos la idea olvidándonos de pensar por nosotros mismos. Esta irracionalidad parece ser consustancial a todos nosotros, pobres homínidos que habitamos en la jungla de cristal, esta irracionalidad nos puede poner en el filo de la navaja. Si sólo nos preocupa el tener los resultados, si sólo nos preocupa que nos digan que pensar, pero no como pensar, si sólo nos preocupa imponer nuestros deseos al Universo, en lugar de entender como es realmente dicho Universo, si nos dejamos llevar por esa ansia de magia que bulle en nuestro interior, a la larga, nos convertiremos en tristes marionetas fácilmente manipulables, ansiosas por recibir magia, siempre encontraremos a alguien dispuesto a vendernos esa magia inexistente de la que estamos tan ávidos, nos creeremos los dominadores del mundo por conocer su magia, pero en realidad seremos simples esclavos del pensamiento mágico, y de aquellos que sin escrúpulos se aprovechan de nuestra irracionalidad.

La próxima vez que vayan a cruzar la calle recuerden que el Universo tiene sus leyes, que no existe la velocidad infinita, que todo proceso lleva su tiempo, pulsen una vez el botón y esperen tranquilamente a que las leyes del Universo hagan su trabajo. No caigan en la trampa que nos tiende nuestra irracionalidad, el mundo no es mágico, comportarnos como si lo fuera sólo nos traerá problemas.

Ismael Pérez Fernández.