jueves, septiembre 16, 2010

Perdemos el tren de la ciencia, otra vez

Uno de los problemas que tenemos en España, es que hemos sido el vagón de cola en lo que al tren de la ciencia se refiere. Los últimos recortes y lo que está por llegar no va hacer sino empeorar la situación. Por ejemplo, en Science, indican la posibilidad de que el Ministerio de Ciencia desaparezca. Abandonar la senda del conocimiento científico no sólo no va ayudar a salir de la crisis sino que hunde el futuro de las venideras generaciones. Si algo deberíamos aprender de la actual crisis es que deberíamos tener un tejido científico-tecnológico en el país, de este modo el daño causado por la crisis no habría sido tan alto. Pero ir por la senda del abandono de la ciencia sólo va a conseguir que en el futuro, cuando una nueva crisis arribe estas costas, las generaciones de entonces pagarán un precio más alto del debido.

A este respecto en El País se ha publicado un estupendo artículo de Carlos M Duarte que es profesor de Investigación en el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (CSIC), el artículo lleva por título El peligro de perder a toda una generación de científicos, recomiendo su lectura y os dejo el punto y final con el que Carlos M Duarte cierra dicho artículo, no podría estar más de acuerdo:
"La realidad es tozuda y a la tentación de tirar por el atajo de la innovación como panacea que engulle una porción cada vez mayor de los recursos para I+D, se contrapone la verdad de Perogrullo de que para cosechar se ha de sembrar primero. Sembremos pues y apostemos decididamente por la nueva generación de investigadores que está llamada a servir de punto de apoyo para desplazar la sociedad española desde la cultura del pelotazo y el ladrillo a la del conocimiento."


Ismael Pérez Fernández.

¿Qué hay de milagroso?

Imagino que quien más quien menos habrá oído que el Universo está ajustado para que nosotros existamos. Para ser más exactos deberíamos decir que en tal caso, el Universo está ajustado para que aparezcan seres vivos basados en el carbono. La idea, en realidad, es bien sencilla, si las constantes de la naturaleza o sus leyes fueran distintas entonces no estaríamos aquí hablando de ello.

Muchas personas utilizan esto (lo cual es discutible, pero ahora no voy a entrar en ello) para afirmar que se necesita un dios que haya ajustado las constantes o que haya creado esas leyes. Pero tal vez, algún día podamos llegar a explicar porque las leyes de la naturaleza son como son, o porque las constantes tienen los valores que tienen. No obstante, supongamos por un momento que sabemos que jamás alcanzaremos a descubrir esas respuestas. Bien, pues aun así, ¿qué hay de milagroso en que las leyes y constantes sean como son? Sinceramente no veo nada sorprendente en ello, desde el momento en el que sabemos que existimos lo lógico es pensar que las leyes de la naturaleza no prohíben la existencia de seres como nosotros. Lo realmente milagroso sería que existiendo nosotros encontráramos más allá de toda duda razonable que las leyes de la naturaleza impiden la existencia de seres vivos como nosotros, entonces, sí que se tendría una buena razón para suponer que algo milagroso ha pasado. Pero encontrar que las leyes de la naturaleza permiten que existan las cosas que existen no tiene nada de milagroso. Afirmar lo contrario, es más bien, ver gigantes donde hay molinos.


Ismael Pérez Fernández.