lunes, abril 11, 2011

Un poco de escepticismo para la cesta de la compra

Si digo que somos fácilmente influenciables y manipulables no estoy diciendo nada nuevo. Para los que tengan dudas al respecto el sencillo ejemplo de la publicidad debería convencerles. Los publicistas saben de sobra lo manipulables que somos, de ahí que si quieren hacer un anuncio con el que ganar cierta dosis de calidad y seriedad no duden en presentarte a una persona enfundada en una bata blanca ¿acaso no se supone que los científicos se visten así? También pueden añadir la famosa coletilla de "probado científicamente" aunque vete tú a saber que es para ellos eso de "probado científicamente". Presentarnos algo como científico tiene sus frutos y nos hace bajar la guardia. La ciencia ha demostrado y sigue demostrando lo exitoso de su empresa, de ahí que a la hora de la publicidad sea buena idea intentar aprovecharse de ese halo de certeza que parece desprenderse de la actividad científica.

Pero esto no sólo nos pasa con lo científico, nos pasa con otras muchas etiquetas, asumimos como deben ser las cosas por como se nos presentan no en base al conocimiento que se tenga sobre las mismas. A este respecto viene a incidir el trabajo de Jenny Wan-chen Lee, Mitsuru Shimizu, y Brian Wansink, todos de la Universidad de Cornell y que fue presentado ayer como parte del programa científico en la reunión anual de la American Society for Nutrition. En el estudio investigaron si el mero echo de etiquetar alimentos con la palabra "ecológico" hace que la gente los juzgue con mejores ojos. Podéis descarga un resumen de la presentación aquí.

En el texto original, como se puede ver, la etiqueta a la que hacen referencia es "organic" pero lo que en ingles se conoce como "organic foods" para nosotros sería "alimentos ecológicos" y con la agricultura pasa exactamente lo mismo, lo que para nosotros es "cultivos ecológica" para ellos sería "organic farming".

El estudio realizado con técnica de doble ciego, consistió en ofrecer un grupo de alimentos ecológicos, algunos de ellos etiquetados como ecológicos y otros como no ecológicos, y recoger el testimonio de los sujetos que probaron dichos alimentos, a los cuales se les preguntaba entre otras cosa por el sabor o el contenido energético del alimento. La hipótesis que manejaba el grupo de investigadores era que el mero echo de llevar una determinada etiqueta haría que el juicio de las personas se viera afectado a favor de los alimentos etiquetados como ecológicos. Y esto es precisamente lo que encontraron.

Mayoritariamente los sujetos catalogaron los alimentos con la etiqueta "ecológicos" como de mejor sabor, más bajos en calorías y con mayor contenido en fibra y menos grasas que los alimentos etiquetados como “no ecológicos”.

Como pone de relieve este pequeño estudio, nuestras expectativas de cómo deben ser las cosas nos pueden hacer emitir juicios falsos. Los sujetos del estudio afirmaban que los alimentos “ecológicos” sabían mejor que los otros, cuando la realidad es que todos los alimentos que se les ofrecieron eran ecológicos.

Resumiendo, un poco de escepticismo en la cesta de la compra no nos hará ningún mal.

Ismael Pérez Fernández.

Vientos saharianos

Seguramente en más de una ocasión habréis oído en los telediarios que estamos bajo la influencia de vientos saharianos, o de nubes de polvo provenientes del Sahara, para los que tengan dudas de que esto sea posible aquí tenéis una foto tomada por el satélite Terra de la NASA, en la que se puede ver el alcance de dichos vientos, no sé a vosotros, pero a mi me parece sorprendente:


Image Credits: NASA, courtesy Jeff Schmaltz, MODIS Rapid Response Team at NASA GSFC
Ismael Pérez Fernández.