¿Quien no se ha maravillado alguna vez al ver un atardecer? ¿A quien no le gusta los tonos anaranjados con los que se tiñe el cielo? Pero, ¿por qué naranja? ¿Por qué el cielo es azul? Para responder a estas preguntas debemos fijar nuestra atención en la naturaleza de la luz. La luz es una onda electromagnética, es decir, esta formada por un campo eléctrico y otro magnético que varían con el tiempo. Uno de los parámetros más importantes a la hora de caracterizar una onda es su longitud de onda, y normalmente se suele representar por la letra griega lambda (l). Este parámetro expresa la distancia que hay entre dos crestas consecutivas de la onda.
La luz de la que disfrutamos durante el día es blanca y proviene del Sol. Como todo el mundo sabe, la luz blanca es el resultado de la suma de los siete colores del arco iris. Los distintos colores son sólo ondas electromagnéticas con distintas longitudes de onda. A menor longitud de onda, más cerca del violeta estará el color, y a mayor longitud de onda, más cerca del rojo. La luz realiza un viaje de unos ocho minutos desde que abandona la superficie del Sol hasta que alcanza la atmósfera terrestre. Esta ultima es un compuesto de gases que están formados por diversas moléculas. Lo que sucede es que las moléculas del aire dispersan los tonos azules y violetas en todas direcciones, y dejan pasar los tonos naranjas y rojos sin que sufran dispersión. Esto se debe al tamaño de las moléculas del aire, que son pequeñas comparadas con la longitud de onda de los colores. Cuanto más pequeña sea la longitud de onda, más dispersión sufrirá la luz; es decir, el color que más se dispersa es el violeta, seguido por el azul, pero como el ojo humano es más sensible al azul que al violeta, es el azul el que aparece como el color dominante del cielo. A mayor cantidad de atmósfera que atraviesa la luz, más se notara ese efecto. Es por eso que los atardeceres y los amaneceres se ven naranjas hacia el horizonte en el que está el Sol. La luz recorre tal porción de atmósfera que los tonos azules sufren una gran dispersión y no llegan a nuestros ojos. No sucede así con los tonos naranjas y rojos que apenas sufren dispersión y llegan directamente a nosotros. Este fenómeno se conoce como efecto Rayleigh, Este efecto es causado por el tamaño de las moléculas, no por su composición química. Para aquellos escépticos que sigan el precepto de <
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