Como ya comenté, he estado en Londres. La verdad es que es una ciudad especial, sin darte cuenta empiezas a formar parte de ella, enseguida te sientes uno más, como si llevaras allí una larga temporada. La oferta cultural de la ciudad y la vida que tiene, son difíciles de igualar, aunque para ser justo lo cierto es que no nos llovió ningún día, lo cual supongo que ayudo a ver la ciudad con tanta vida en la calle.
Pero empecemos por el principio, que es lo suyo. Llegamos a Londres a eso de las 8:40 de la mañana y pusimos rumbo al hotel para al menos poder dejar el equipaje y movernos a gusto por la ciudad. Aquí apareció el mayor impedimento del viaje y es que el metro estaba en obras y la parada que pillaba próxima a nuestro hotel estaba cerrada, por lo que nos toco andar más de lo esperado, pero fue un mal menor y, además sólo fue durante el primer día. Una vez dejamos las maletas en el hotel y como el check-in no se podía hacer hasta las 14 horas, decidimos empezar a recorrer la ciudad y aprovechar todo el tiempo del que disponíamos. Nuestra primera parada Trafalgar Square. Una plaza preciosa, al menos a mi me encanto, las dos fuentes que la adornan tiene el agua limpia y dan una sensación de luminosidad a toda la plaza, entre ellas, se erige el monumento al almirante Lord Horatio Nelson, que murió en la batalla de Trafalgar luchando contra la alianza entre las armadas españolas y francesas. Murió, pero gano la batalla, nos dio una buena lección a franceses y españoles de cómo se llevan a cabo batallas marítimas. Volviendo a la plaza, si desde la base del monumento a Nelson te giras 180 grados, puedes observar como al otro extremo de la plaza se eleva el fascinante edificio de la National Gallery, pinacoteca que visitaríamos al día siguiente para disfrutar algunas de sus obras.
Desde Trafalgar bajamos andando hasta Westminster, donde se eleva majestuoso el Big Ben (realmente este es el nombre de la campana que alberga el reloj), el parlamento y la Abadía de Westminster. En ésta última entramos. Es un edificio precioso y lleno de historia, en ella se encuentran numerosas tumbas de personalidades relevantes, desde la realeza, a poetas, pasando por los que probablemente sean los dos científicos más importantes de toda la historia, Isaac Newton y Charles Darwin. En la zona de los claustros tuve la agradable sorpresa de encontrarme con una placa conmemorativa en memoria de Edmun Halley.
Después del parón obligado para comer algo, pusimos rumbo a Buckingham Palace, lo hicimos enfilando la avenida The Mall, que está plagada de banderas hasta la llegada al palacio, y antes de llegar al mismo nos desviamos un poco por St. James Park, uno de los numerosos parques de los que se puede disfrutar en Londres. A estas alturas del día el cansancio empezaba hacer acto de presencia así que decidimos ir al hotel a realizar el check-in y descansar un rato. Aquí llega una de las anécdotas del viaje, entramos en la habitación, nos desplomamos en la cama y, lo que me encuentro en la mesilla es, ni más ni menos, que el libro más famoso del mundo, sí, lo que estáis imaginando, en la mesilla te dejan un ejemplar de la santa Biblia.
Hecho este breve parón salimos para ir a la zona de Leinchester Square, Picadilly y el Soho. Una zona muy bulliciosa y llena de gente sobre todo Leinchester Square donde en todos los pubs había gente tomándose unas pintas con una pinta (valga la redundancia) estupenda. Para ir al Soho subimos por Regent Street y ahí encontramos una tienda de Ferrari, en la que todo es carísimo, cuando digo carísimo quiero decir realmente caro, vamos que es para entrar, mirar, hacerte una foto con el bólido de formula uno y nada más. En frente de la tienda de Ferrari nos encontramos con la juguetería Hamley que según dicen es la más grande de Europa, así que entramos para curiosear. Para que lo vamos a negar, un poco frekis si que somos. A estas horas de la tarde nos metimos por la zona del Soho buscando algún pub donde poder cenar algo y tomarnos una buena pinta. Al final nos decidimos por entrar en el pub White Horse, si pasan por allí, vayan, que está bastante bien. La pinta que nos tomamos fue una guiness, riquísima la verdad, y para cenar probamos una especie de sándwich y el famoso fish and chips, que la verdad no es que esté malo, es que simplemente no sabe a nada. Ya no nos quedaban fuerzas para nada más, así que nos fuimos al hotel a dormir, que al día siguiente nos esperaba otra maratón, pero eso lo dejo para otro día.
Ismael Pérez Fernández.
Desde Trafalgar bajamos andando hasta Westminster, donde se eleva majestuoso el Big Ben (realmente este es el nombre de la campana que alberga el reloj), el parlamento y la Abadía de Westminster. En ésta última entramos. Es un edificio precioso y lleno de historia, en ella se encuentran numerosas tumbas de personalidades relevantes, desde la realeza, a poetas, pasando por los que probablemente sean los dos científicos más importantes de toda la historia, Isaac Newton y Charles Darwin. En la zona de los claustros tuve la agradable sorpresa de encontrarme con una placa conmemorativa en memoria de Edmun Halley.
Después del parón obligado para comer algo, pusimos rumbo a Buckingham Palace, lo hicimos enfilando la avenida The Mall, que está plagada de banderas hasta la llegada al palacio, y antes de llegar al mismo nos desviamos un poco por St. James Park, uno de los numerosos parques de los que se puede disfrutar en Londres. A estas alturas del día el cansancio empezaba hacer acto de presencia así que decidimos ir al hotel a realizar el check-in y descansar un rato. Aquí llega una de las anécdotas del viaje, entramos en la habitación, nos desplomamos en la cama y, lo que me encuentro en la mesilla es, ni más ni menos, que el libro más famoso del mundo, sí, lo que estáis imaginando, en la mesilla te dejan un ejemplar de la santa Biblia.
Hecho este breve parón salimos para ir a la zona de Leinchester Square, Picadilly y el Soho. Una zona muy bulliciosa y llena de gente sobre todo Leinchester Square donde en todos los pubs había gente tomándose unas pintas con una pinta (valga la redundancia) estupenda. Para ir al Soho subimos por Regent Street y ahí encontramos una tienda de Ferrari, en la que todo es carísimo, cuando digo carísimo quiero decir realmente caro, vamos que es para entrar, mirar, hacerte una foto con el bólido de formula uno y nada más. En frente de la tienda de Ferrari nos encontramos con la juguetería Hamley que según dicen es la más grande de Europa, así que entramos para curiosear. Para que lo vamos a negar, un poco frekis si que somos. A estas horas de la tarde nos metimos por la zona del Soho buscando algún pub donde poder cenar algo y tomarnos una buena pinta. Al final nos decidimos por entrar en el pub White Horse, si pasan por allí, vayan, que está bastante bien. La pinta que nos tomamos fue una guiness, riquísima la verdad, y para cenar probamos una especie de sándwich y el famoso fish and chips, que la verdad no es que esté malo, es que simplemente no sabe a nada. Ya no nos quedaban fuerzas para nada más, así que nos fuimos al hotel a dormir, que al día siguiente nos esperaba otra maratón, pero eso lo dejo para otro día.
Ismael Pérez Fernández.
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