domingo, septiembre 25, 2011

La reflexión del domingo




"Una persona es aceptada en una iglesia por lo que cree y es expulsada por lo que sabe"
~Mark Twain~

1 comentario:

  1. El borracho.

    “El hombre quiso ser más.
    Y fue travesti”
    Roberto Fontanarrosa.

    Hay un incuestionable mandato que la naturaleza nos obliga a cumplir a todos sus seres vivos y tiene que ver con: nacer, crecer, reproducirse y morir. Los que más se reproducen, mientras puedan, se quedan. Así nos pasó a nosotros y por eso, al menos por ahora, estamos acá. A los machos nos toca la cantidad, a las hembras la calidad. Los horneros, por ejemplo, tienen, como la mayoría de las aves, pareja estable toda su vida. A las hembras les toca la selección y entonces buscan a uno para que la acompañe en su tránsito y la ayude en la crianza de sus hijos, a esto le llaman “monogamia social” Sin embargo, este compañero no será el padre de sus hijos porque a este lo eligió por solidario, colaborador, trabajador o lo que ella quiera. Para macho reproductor y padre de sus hijos buscara a otro. Más grande, más fuerte, más cantador, mas colorido o lo que ella decida. Si no lo hacen así, desaparecen. La ley es estricta. Copulan y adiós “y si te he visto no me acuerdo”. Esto se llama poligamia sexual. Promiscuidad. Y el hornero, como usted sabe, no es el único promiscuo. Capich…?
    Por norma y para cumplir esta exigente ley de la vida, cada especie, dependiendo de su complejidad biológica, modela su forma física y la organización de sus días al nicho ecológico que le toco en suerte. Los peces al agua, los monos a la selva, los pájaros a volar. Si cabe, ocupan otros, como lo han hecho los lobos, los gorriones o nosotros. A los cocodrilos las cosas les importan muchos menos que a los osos, y a los osos mucho menos que a los delfines y estos mucho menos que a nosotros.
    Si observamos nuestra vida o la del Gingko, veremos que la rutina de su mandato se cumple exitosamente y no hay manera de eludirla. Un día nacemos y al otro morimos. Para nuestra alegría la vida nos hizo conscientes. Y el drama de la nuestra gira en torno a saber que no la podemos incumplir. Desde el primer día, como el resto de las especies, nos deslizamos somnolientos, borrachos, al último suspiro. Cumpliendo obedientes y puntuales cada inevitable paso biológico y cultural -evitable- que nos toco en suerte. Y vaya suerte que nos toco: darle sentido al biológico reformulando el cultural.
    En nuestro caso (exclusivos como somos, los “Sarkany” de la evolución) a la certeza de la muerte, y curiosos como nos hicieron, le sumamos el misterio de la vida. Y, entonces, ¿por qué reducir la nuestra al cumplimiento de un mandato? Si podemos ser más, mucho más, sin ser travestis. Para apaciguar el dolor y la duda de ambas nos embarcamos enérgicos y devotamente en proyectos incumplibles y que, además, de paso, consuelen nuestras carencias materiales y económicas. Somos jerárquicos, como los gorilas o chimpancé (de ahí venimos) buscamos seducir y para eso se invento el Mercedes...como ¿usted no tiene uno…? Necesitamos trascender. Lo deseamos. Por eso se suicido Jesús (engañado) creyendo resucitar. Dios lo traicionó, no fue Judas. Y, obedientes como somos, a cada paso del mandato le damos un sentido del libreto escrito por quién sabe. Que nos simule trascender y en el desfile, mientras nos volvemos uno más entre los todos, empezamos a matar, de a poco y paso a paso, al que deseamos y deberíamos ser si no fuera porque alguien escribió nuestro destino. Ahí empezamos a morir. Entonces sí, ya agotados, usamos nuestra civilización como colchón, y todo cobra sentido. La muerte -esperada y eludida- es el consuelo a nuestra incapacidad o el premio, si le parece, por ser tan obedientes.
    La vida no tiene sentido. Hemos, por voluntaria decisión y como podamos, por ridículo que sea, de dársela para no morir de a poco y para hacerlo, elegantes, una sola vez.

    Ricardo A. Kleine Samson
    Contador Público Nacional®
    Neuquén, 19 de septiembre de 2011.

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