domingo, septiembre 15, 2013

El día que nos acercamos a las estrellas

Ayer se confirmaba la noticia, la Voyager I, tras 36 años de viaje, ha recorrido el Sistema Solar hasta conseguir salir del mismo. La Voyager I se ha convertido en el primer objeto fabricado por la humanidad que ha salido de nuestro pequeño rincón galáctico, ha salido de los dominios del Sol y se está adentrando en el dominio de las estrellas.

Hoy aparecen en la revista Science artículos sobre cómo se ha sabido que la Voyager I ha salido del Sistema Solar. Pero no vamos a hablar de ciencia sino de lo que representa esta magna empresa. La Voyager I se ha convertido en un símbolo de lo que significa ser humano, o al menos, en parte de lo que eso significa.

El viaje a las estrellas no comenzó hace unos años, ni siquiera décadas, ni siglos, sino hace millones de años. Hace 2,8 millones de años, en pleno paleolítico, nuestros antepasados comenzaron a fabricar herramientas de piedra. Humildes y pequeñas herramientas que no eran más que piedras a las que se las había creado un filo a base de percutir sobre ella con otra piedra. Esta incipiente industria lítica es a lo que nosotros llamamos modo 1. Pequeñas y humildes herramientas de piedra que difícilmente podían atestiguar lo que millones de años después la humanidad iba a ser capaz de conseguir. Esa característica de crear herramientas para hacernos la vida más fácil, se ha desarrollado de forma sorprendente, tanto es así, que hemos sido capaces de construir máquinas que pueden navegar por el universo.

La inteligencia y curiosidad que representan esas herramientas líticas, de hace millones de años, son el mismo motor que ha hecho posible la hazaña de salir del Sistema Solar. Y esto nos dice algo sobre nosotros mismos, y es que a pesar de no ser perfectos, de estar llenos de defectos, a pesar de ser capaces de desencadenar el peor de los infiernos contra congéneres nuestros, también somos capaces de realizar los sueños más sorprendentes, hoy, si se me permite la metáfora, estamos más cerca de tocar las estrellas.

Image Credit: NASA
Hoy la Voyager I nos hace sentirnos algo especiales, nos recuerda que somos capaces de grandes cosas. Hace años, en febrero de 1990, la misma Voyager tomó una fotografía de la Tierra que nos mostraba lo pequeños e insignificantes que somos. En dicha fotografía se podía apreciar a la Tierra como un pequeño e insignificante punto dentro de un rayo de Sol. Fotografía sencilla que nos mostraba lo aislados y solos que estamos en el universo. A pesar de esta insignificante pequeñez nuestra, a pesar de no ser más que una brizna de polvo perdida en el universo, a pesar de esta insignificancia, no nos hemos rendido, generación tras generación nos hemos esforzado por conocer más del mundo, y del universo del que formamos parte. Hoy sabemos por qué brillan las estrellas, conocemos la fuerzas que rigen el universo ya sea a la escala de lo tremendamente diminuto o a la escala del reino de la galaxias, hoy sabemos que somos el producto de la evolución por selección natural, tenemos unos orígenes humildes, simplemente somos primates, pero hemos sido capaces de desentrañar nuestros orígenes y de buscar el conocimiento. Hemos sido capaces de aprender, generación tras generación, cual es el verdadero lugar que ocupamos en este inmenso universo, hoy es uno de esos escasos días en lo que uno puede estar orgulloso de ser un Homo Sapiens.

Es probable que el logro de la Voyager no salga en los grandes medios, aunque sí lo hagan muchas otras banalidades, poco importa, en la era de internet podemos informarnos por nosotros mismos y ser partícipes de acontecimientos como el de la Voyager I. Os invito a salir a la calle, a alzar la mirada al cielo, a pensar en esa pequeña nave espacial que se sigue alejando de nosotros para perderse en la oscuridad del universo, y en ese momento reflexionar sobre nosotros mismos. Somos la primera generación en la historia de la humanidad que ha conseguido salir del Sistema Solar, si queremos, podemos hacer cosas que maravillarían a los propios dioses.
Image credit: NASA/JPL-Caltech

1 comentario:

  1. Anónimo11:35 a. m.

    ¿Es la vida la conquista imparable del universo inerte? ¿Y el ser humano su mascarón de proa, la punta de la lanza? Así pues, en el extremo, cerca del infinito, ¿acabará transformándose el universo en pura vida, en una especie de planta sin tierra ni aire? ¿Más bien, en una especie de coral, parte vida y otra parte muerta que es el resto de un pasado que un día vivió? O de otra manera, una vez toda la materia del universo transformada a las órdenes de un genoma, ¿se replegará la vida sobre sí misma, se alimentará finalmente de su propia grasa, como alguien que adelgaza? En cualquir caso, ¿cuál sería el destino de una sonda espacial? Es decir, más allá de las estaciones de paso, de las masas que quieren su visita, ¿cuál sería el final del trayecto? ¿Simplemente lo desconocido? ¿El universo cuya luz ya no puede llegar aquí por muy rápido que vaya? ¿El pasado? ¿La espalda de la bola del ojo que mira por el telescopio? ¿Puede ser ilimitado algo con un principio, fruto de un Big Bang? ¿Y algo con un final? Fragmentos de un libro que recomendar, sobre la vida y la muerte, un extracto en http://goo.gl/Q6L88d

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