jueves, julio 08, 2010

El dragón, la tetera y la búsqueda de patrones

¿Quién no ha jugado alguna vez a ver figuras en las nubes? Quien más o quien menos siempre habrá encontrado alguna figura curiosa en esos cúmulos de vapor de agua que son las nubes. Esa capacidad de encontrar patrones donde no los hay es algo muy característico de nuestro cerebro, la cual recibe el nombre de pareidolia, es la causante de que por ejemplo veamos caras donde no las hay.

Imaginen que no están en la época actual, imaginen que son un homínido, que se encuentra en la estepa africana, y de pronto, entre la maleza, parece que hay algo ,"¿qué es? No sé, no se ve muy claro", piensas mientras intentas enfocar mejor tus ojos, de pronto te parece evidente, ¡es un depredador! Tus piernas se activan como un resorte y pones pies en polvorosa. Aquí hay dos opciones, la primera es que realmente hubiera un depredador entre la maleza y otra es que realmente no hubiera nada y solo fuera un juego de luces y sombras, ahora bien, ¿qué error es mejor cometer? ¿quedarse en el sitio y que resulte que no era un juego de luces o salir corriendo y que no hubiera ningún peligro? Evidentemente es mejor cometer el segundo error que el primero, es un buen mecanismo de supervivencia, si aciertas puedes ponerte a salvo a tiempo y si te equivocas, lo único malo es que tal vez te has dado una buena carrera.

Esta capacidad de nuestro cerebro puede estar detrás del comportamiento supersticioso, intentamos encontrar patrones allí donde no los hay, esto es algo que se ve muy bien en los rituales que siguen algunos deportistas. No obstante, esta capacidad además de hacernos tendentes a la superstición puede hacer que nos deleitemos con cosas fascinantes, podemos ver cosas que no están ahí, sino nos dejamos llevar por lo irracional podemos hasta disfrutar de ello.

Aquí os traigo dos ejemplos de ellos. El primero es la última imagen tomada por el telescopio espacial Spitzer, el cual observa en el infrarrojo y ha tomado recientemente una imagen de la nebulosa M17. En la imagen nuestro cerebro ve la cabeza de un impresionante dragón escupiendo fuego por la boca:

Image credit: NASA/JPL-Caltech/Penn State

El otro ejemplo, es la famosa tetera de Russell, esto de la tetera es una analogía que uso el filósofo Bertrand Russell para hablar de la creencia en Dios, aquí tenéis sus palabras:

Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es demasiado pequeña como para ser vista aún por los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, puesto que mi aseveración no puede ser refutada, dudar de ella es de una presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si la existencia de tal tetera se afirmara en libros antiguos, si se enseñara cada domingo como verdad sagrada, si se instalara en la mente de los niños en la escuela, la vacilación para creer en su existencia sería un signo de excentricidad, y quien dudara merecería la atención de un psiquiatra en un tiempo iluminado, o la del inquisidor en tiempos anteriores.


Pues si miramos al cielo podemos ver una tetera, ciertamente no está orbitando el Sol entre la Tierra y Marte como en la analogía de Russell, sino que se encuentra un poco más lejos, hacia el centro de la galaxia, en esa dirección se encuentra la constelación de Sagitario, si unimos las principales estrellas de dicha constelación de determinada manera, lo que vemos no es un centauro con un arco, sino una tetera:


Esto debería ponernos en guardia para no depositar demasiada fe en nuestros sentidos, ya que nuestro cerebro puede construir patrones que realmente no están ahí, no andarnos con cuidado puede conducirnos a la superstición.

Ismael Pérez Fernández.