miércoles, octubre 26, 2011

The Believing brain

Este es el último libro de Michael Shermer, y es ciertamente indispensable. En esta ocasión Shermer no se centra en refutar lo pseudocientífico, lo irracional, lo paranormal etc. Shermer busca una explicación a porque somos capaces de creer cosas por muy disparatadas y absurdas que sean, la respuesta se encuentra en nuestro cerebro.

El libro es un viaje por la ansiedad de encontrar patrones que tiene nuestro cerebro, de como además el cerebro asigna a los patrones que encuentra cierta intencionalidad, como si alguien estuviera detrás de dichos patrones. A esto hay que añadir los sesgos cognitivos que nos impiden valorar como es debido la información que nos llega.

Shermer ilustra el tema con ejemplos de creencias en lo paranormal, religiosas e incluso políticas. Cuando lees el libro parece imposible que con todas estas trabas seamos capaces de poder saber algo y ahí es donde incide la última parte del libro. En ella se expone que la ciencia es el único método que nos permite salir de esa fosa en la que nos entierra nuestra psicología permitiéndonos conocer cómo es el mundo que nos rodea.

Hay un punto en el que no estoy de acuerdo con Shermer. En la parte de política critica las ideologías, hasta aquí todo bien, pero a continuación pasa a definir la suya propia, la cuestión es ¿por qué sostener una ideología cuando está mostrando que lo hacemos por bases irracionales? Además, aunque no lo afirma, parece caer en la falacia del punto medio(no sé si el nombre de la falacia es ese). Al definir los pilares de su ideología podemos ver que coge cosas de las dos ideologías principales, pero que haya dos posturas antagónicas no implica que la virtud, o la verdad, o lo correcto recaiga en el punto medio. Un sencillo ejemplo para ilustrar lo que quiero decir. Supongamos que la mitad de la población piensa que exterminar a los extranjeros está bien, pero la otra mitad piensa justamente lo contrario que no hay que matar a los extranjeros. Si la postura intermedia fura la correcta habría que optar por matar a la mitad de los extranjeros lo cual es obviamente un disparate.

El libro es ameno, se lee con facilidad y se aprende, así que no puedo más que recomendarlo encarecidamente.

Ismael Pérez Fernández.