Los organismos que pueblan este planeta han sido modelados a lo largo del tiempo por la evolución, cuyo principal mecanismo es la selección natural. Este mecanismo es, no nos engañemos, una lucha descarnada.
El éxito se mide por lo bueno que seas reproduciéndote, es decir, por lo bueno que eres esparciendo tus genes, y para esto, todo cuenta. Cuenta lo bueno que seas consiguiendo el sustento necesario para sobrevivir, así como cuenta, y mucho, lo bueno que seas no dejándote convertir en el sustento de algún depredador que te tiene en su menú. Si además tienes una reproducción sexual, también va a contar, lo bueno que seas consiguiendo una pareja con la que aparearte.
Así contado da la impresión de que los organismo evolucionan por decisión propia, es como si el proceso fuera teleológico, pero nada más lejos de la realidad. Lo que sucede es exactamente lo contrario. Por ejemplo, un organismo sufre un cambio en su ADN, que como resultado, le dota de un mejor camuflaje. Esto automáticamente le hace estar mejor adaptado al medio en el que habita. Lo convierte en una presa más difícil de localizar por sus depredadores. Ahora, este organismo, tiene una ventaja respecto a sus competidores directos. Al ser más difícil de localizar probablemente tenga más tiempo de vida, y por lo tanto más oportunidades para poder reproducirse. Sus descendientes llevarán en su ADN este cambio que les dota de un camuflaje mejorado, esto les pone en una posición de ventaja respecto al resto de competidores. Con el paso del tiempo, si las condiciones en el hábitat no cambian y ese ADN sigue siendo ventajoso, entonces dicho ADN será el más abundante entre los miembros de esa especie. Como se puede observar esto nada tiene que ver con lo que quiera o no el organismo, es algo que está fuera de su control, y no hay un rumbo fijado hacia el que evolucionar, depende de los cambios en el ADN, de cómo afecten estos al organismo en cuestión, y en como estos cambios se relacionan con el hábitat en el que vive dicho organismo.
Donde también se compite es por garantizar que tu descendencia es tuya y no de otro. Para conseguir esto, en el reino animal hay distintas adaptaciones, algunas de ellas son ciertamente drásticas. Por ejemplo, Nephila pilipes es una especie de araña donde los machos intentan tener acceso a una hembra con la que poder copular, para así tener descendencia. Dado que un macho tiene que competir con el resto, cualquier adaptación que permita garantizar que la descendencia es tuya, y no de otro que haya venido detrás, es una adaptación que a buen seguro será exitosa, y a la larga esa adaptación se habrá extendido por toda la especie. En el caso de Nephila pilipes, tras la copula los machos pierden sus genitales, los cuales se quedan dentro de la hembra formando una especie de tapón, impidiendo así que otro macho pueda copular posteriormente con la hembra. De este modo se garantiza que la descendencia es de ese macho y no de otro.
Lo dicho, la lucha es descarnada, y visto lo visto, en el caso de ser macho, tampoco está tan mal ser un homo sapiens y no un miembro de la especie Nephila pilipes.
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