En los años 60 Stanley Milgram, psicólogo de la Universidad de Yale, realizó un experimento que sigue siendo sorprendente por los resultados que obtuvo. La intención de Milgram era comprobar hasta que punto somos obedientes frente a una autoridad. Quería conocer si seguiríamos siendo sumisos y cuanto, si dicha autoridad nos da ordenes para hacer algo que normalmente consideramos erróneo. Los resultados de su experimento fueron publicados en Journal of Abnormal and Social Psychology y llevaba como título Behavioral Study of Obedience.
El experimento era más o menos como sigue. Se dispone de tres individuos, uno hará de científico, otro de “víctima” y el tercero es el sujeto de estudio. Al sujeto de estudio se le dice que va a participar en un experimento científico, su labor consiste en realizar preguntas a la “víctima” y si ésta falla, el sujeto de estudio le dará una descarga eléctrica. Tanto el investigador como la “víctima” están compinchados, y obviamente las descargas no son reales, pero la víctima fingirá que sí lo son, obviamente esto es algo que el sujeto de estudio desconoce, el cree en todo momento que las descargas son reales. Cada vez que la “víctima” se equivoca en la respuesta, como hemos dicho, recibe una descarga eléctrica, dichas descargas serán cada vez más fuertes, estando el límite de la escala en 450 voltios, es decir, más de dos veces la tensión que tenemos en los enchufes de casa. Según las descargas van siendo más fuertes la “víctima” mostrará más signos de dolor, tales como gritos, gemidos, etc.
Aunque algunos sujetos de estudio mostraban algunos reparos, normalmente la presencia de la figura de autoridad del investigador les hacia continuar con la prueba. El resultado del experimento es claro, el 65% de los participantes llegaron hasta el final de la escala, es decir, fueron capaces de suministrar 450 voltios a la “víctima”.
Ahora cambiemos la figura de autoridad científica por la autoridad de un programa de televisión, un concurso, donde eres un concursante que haces preguntas a una persona que según falle irá recibiendo descargas eléctricas de intensidad creciente. Si llegas hasta el final de la escala, es decir, vences al otro concursante (“la víctima”) te llevarás un millón de euros. ¿Llegarías a aplicar los 450 voltios a la otra persona? Imagino que todos respondemos que no, pero la prueba se ha hecho, y los resultados son, escalofriantes:
Buena entrada en este gran Blog.
ResponderEliminar¡Vaya! Yo tengo un amigo que ya está considerando la descarga.
Gracias por el piropo al blog!
EliminarMe ha gustado la entrada y me ha dejado asombrada ver o leer cómo los seres humanos somos capaces de obedecer hasta ese punto. Yo supongo que se estarían autoconvenciendo, pensando que en el programa no dejarían que el dolor fuera tan insoportable, que la otra persona era demasiado exagerada y que eso se olvidaría una vez tuvieran el dinero en la mano.
ResponderEliminarEso es tortura, es crueldad y desmoraliza mucho ver lo que ocurre. No te amenazan con matarte si no lo haces, sólo es dinero...
Tú lo has dicho, se estarían autoconvenciendo. No sé, si realmente pensaron eso, pero en el caso de que lo hicieran, no es más que una búsqueda de excusas para seguir obedeciendo. Pues no saben, ni pueden saber, lo que el programa está tramando.
EliminarHay un detalle del experimento de Milgram que no he comentado, y no sé si en su versión televisiva se hizo. En el experimento original antes de empezar, tanto a la "víctima" como al verdugo, se les daba una descarga real de 45 voltios para que vieran que la cosa dolía un poco, es decir, el "verdugo" incluso se hace una idea del dolor que puede estar sufriendo la víctima y aun así siguen adelante, al menos en el experimento original.
¡Por Dios! ¡Esto es espantoso! Creo que una cosa es que aprendamos obediencia y otra que aceptemos dar descargas eléctricas a un sujeto que grita a cada rato que lo dañamos por DINERO. Creo que el mal aquí no es el comportamiento social de respeto a las reglas aprendidas, que la mayoría de las veces son para protegernos, sino el "poderoso Caballero" al decir de Don Francisco Quevedo y Villegas, que se ha convertido en el dueño de almas y conciencias. Mientras haya dinero, TODO VALE, HASTA ELECTROCUTAR A ALGUIEN. Yo no me presentaría a un concurso así ni por la salvación de mi alma. Es un despropósito que lo único que hace es mostrar cómo el dinero tira por tierra todos los buenos valores que has podido adquirir en la vida si no los has internalizado. El blog está estupendo. Saludos.
ResponderEliminarSí, de esta experiencia un cineasta francés (Henry Verneuil, si recuerdo bien) hizo una película titulada, en francés "I comme Icare" (ignoro el titulo que pudo tener en español).
ResponderEliminarEl argumento central es el asesinato del presidente JF Kennedy y escogió este argumento porque le permitía introducir una secuencia de unos 15 minutos en la cual se realizaba la experiencia en cuestión, como llegó a explicar en una entrevista que dio para promocionar el lanzamiento de la peli.
Ahora bien, leyendo el libro que relata la experiencia cuyo titulo en francés es "Soumission à l'autorité" (Sometimiento a la autoridad) las cifras son ciertamente aterradoras y explican, entre otras cosas, como se pudieron producir atrocidades masivas como el holocausto con los judíos o las matanzas de los Kmeres rojos y Pol-Pot.
Explica el libro que hubo dos procedimientos experimentales, todos ellos realizados con un amplio abanico social (obreros, empleados, amas de casa, estudiantes universitarios, ejecutivos, etc).
La primera fase de la experiencia se realizó con contacto visual del supuesto objeto del estudio (el que recibía la descarga, que era un actor) y el verdadero objeto del estudio y la experiencia, que era el que debía enviar las descargas.
Supervisado por el "científico de turno" que dirigía la experiencia y decía responsabilizarse de lo que pudiese acontecer. Los resultados fueron estremecedores en cuanto a los porcentajes de sujetos que infligieron descargas, que, sobre el panel de mando, estaban señaladas como peligrosas y de peligro mortal, para las más altas. Una pregunta que se harán seguramente: no, no hubo diferencias significativas de respuesta entre los diferentes paneles sociales que componían los sujetos del estudio.
La segunda variante experimentada fue cortando el contacto visual. Es decir, el experimentado ya no veía el actor que se retorcía de dolor, atado en su silla cuando recibía las descarga. Ahora, sólo le oía quejarse y gritar y sí, las cifras de gente que puede convertirse en torturador porque una "autoridad" le manda hacerlo y se responsabiliza de las consecuencias aumentaron considerablemente.
Y, ahora, una pregunta interesante. ¿Porqué estos resultados tan desastrosos? ¿Porqué éste sometimiento a la autoridad sin cuestionarla? Los sujetos podrían todos haberse levantado y dicho: - Yo, no sigo en esto. y a continuación preguntar por la salida y no hacer ni puñetero caso al tío de la bata blanca que les ordenaba continuar y obedecer. Al fin de cuentas ¿acaso no estaban, voluntariamente, participando en una experiencia, organizada por una universidad americana, en una democracia? Y sin embargo, un gran y aterrador porcentaje no lo han hecho, no han tenido el coraje de cuestionar la "autoridad" y sus ordenes.
Por terminar, no seamos incautos can la cantidad de "trampas legales" que pululan en nuestra sociedad. Tengamos la mente despierta y a la defensiva de todo lo que venga de la "autoridad", sea ésta científica, política, religiosa o militar. Detrás de sus mensajes siempre hay intereses que, a los que estamos al pie de calle, nos es difícil vislumbrar.